Película de 1955 dirigida por el maestro Alfred Hitchcock. Un cazador se encuentra un cadáver en el bosque y cree haberlo matado él. Piensa en esconderlo pero enseguida son varios los vecinos que descubren el cadáver, por lo que la situación va cambiando por momentos.
Comedia negra del maestro del suspense que se toma el asunto de la muerte, incluso del asesinato, con sentido del humor. La trama es bastante sencilla y muy teatral, y es el talento de Hitchcock quien le da la "chispa" necesaria para convertirla en una buena película, aunque sin llegar al nivel de sus obras maestras. La pieza clave, además de la dirección, es el brillante guión de John Michael Hayes conteniendo diálogos llenos de comentarios ácidos e ingeniosos entre personajes surrealistas. El maestro decidió contar con un reparto sin estrellas en esa fecha, dando la oportunidad para el debut de Shirley MacLaine. Se trata de una de esas obras muy personales y que se aleja del tono habitual por el que todos le conocemos, así que no encaja en todos los gustos. La banda sonora de Bernard Herrmann es estupenda y supuso el inicio de una colaboración frecuente e inolvidable. Es una obra alegre y desconcertante que merece la pena ver.
Intriga con humor negro.
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