Obra maestra de 1952 dirigida por John Ford. Un hombre regresa de América a su pueblo natal en Irlanda, Innisfree, con la idea de comprar la casa donde nació y quedarse a vivir para siempre. Se encuentra un lugar donde reina la paz y la concordia salvo por un hombre malhumorado que, además, pretende comprar esa misma casa. Eso les hace enfrentarse y acaban siendo más que rivales cuando el recién llegado pretende conquistar a su hermana.
El maestro Ford, americano pero de origen irlandés, estuvo intentando rodar esta cinta en su amada Irlanda durante más de 20 años y sólo consiguió que la productora accediera a financiarla tras realizar Río Grande contando con la misma pareja protagonista (querían asegurarse un éxito ante el esperado fracaso de la comedia costumbrista que el director quería hacer). Sin embargo, fue un enorme éxito de taquilla, rápidamente aclamada por la crítica y adorada por el público. Es una encantadora y divertida película romántica con unos personajes inolvidables que, a pesar de su aparente sencillez, es una de las mejores cintas de todos los tiempos. Todo es brillante, desde el afilado guión de Nugent y el propio Ford, hasta la impecable dirección del maestro, pasando por las localizaciones, la dirección artística, la música, las interpretaciones... La banda sonora utiliza como piedra angular la preciosa canción Isle of Innisfree compuesta por Dick Farrelly, siendo el perfecto acompañamiento para los verdes prados e incomparable marco del pueblecito irlandés. Las interpretaciones son extraordinarias, todos los actores bordan sus papeles, dejando el legendario John Wayne el (posiblemente) mejor trabajo de su vida, haciendo que Sean Thornton sea parte de la historia de millones de aficionados a este arte. También son inolvidables las actuaciones de Maureen O'Hara, Victor McLaglen (absolutamente genial), Barry Fitzgerald, War Bond... En resumen, una película sobresaliente llena de romanticismo, diversión y magia.
Imprescindible.
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