sábado, 20 de octubre de 2012

El tercer hombre

Obra maestra de 1949 dirigida por Carol Reed. Un mediocre escritor de novelas baratas se va a Viena aceptando la invitación de su mejor amigo que está allí instalado. Al llegar se encuentra con la sorpresa de que están enterrando a su amigo porque ha sido atropellado por un camión. El ejército americano le facilita un billete de vuelta tras informarle que perseguían a su amigo porque era un despiadado criminal, pero la poca información que le dan sobre el fallecimiento es contradictoria y piensa quedarse para aclarar su muerte y limpiar su buen nombre. Famosa obra maestra de origen británico que mantiene toda su calidad, magnetismo y frescura a pesar de sus casi 65 años. Es una adaptación de la conocida novela de intriga de Graham Greene realizada por él mismo en un excelente guión (la novela la escribió pensando en tener un material para una película), con una gran trama de suspense que se desarrolla de forma impecable. Está llena de secuencias impresionantes y que están en la retina de todos los amantes del cine: la escena de presentación de Harry, la persecución por las cloacas, en la noria, el pequeño delatador implacable, el final,... Reed hace una memorable dirección con el tratamiento de la intriga, las posiciones de la cámara, el tratamiento de los personajes, etc. Las interpretaciones son magníficas y llama la atención cómo un papel secundario es el que eclipsa las demás, con un soberbio Orson Welles en la cima de su carrera (e intuyendo que él aportó mucho en la dirección de la cinta). Pero ensombrece a los demás por su propio mérito que no porque el resto del reparto no esté a la altura, pues también están a un gran nivel, como Joseph Cotten (un actor que nunca fue suficientemente valorado a pesar de su innegable calidad), Trevor Howard, Alida Valli,... La fotografía expresionista de Robert Krasker es clave en el desarrollo de la historia como en pocas ocasiones hemos visto, así como la mítica música de Anton Karas que es absolutamente inconfundible con las bellas melodías de una cítara. Imprescindible

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