Película de 1948 dirigida por Vittorio de Sica. En la Italia de la postguerra había mucha gente necesitada de casi todo y era difícil tener un empleo que ayudara a mantener a una familia. Un hombre consigue por fin un empleo de pegador de carteles pero, para su desgracia, el primer día le roban la bicicleta que utiliza para moverse y sin la que no puede desempeñar su trabajo. La busca desesperadamente pero son muchas las bicis que desaparecen y van al mercado negro, por lo que será complicado encontrarla y, por tanto, mantener el empleo.
Clásico del cine italiano, obra cumbre del neorrealismo, que retrata con mucha sobriedad las penurias de la sociedad de la postguerra mundial en este país. Es un drama que conmueve a cualquiera, especialmente a los padres y madres de familia, muy bien realizado y que transmite perfectamente el sufrimiento de un padre desesperado. De Sica nos lleva por el camino de infortunios que vive el protagonista, mostrando la situación social de un país que vive en una pobreza muy dura. El final es francamente bueno, sigue el estilo de todo lo anterior pero con una perspectiva distinta. El director no contó con apoyo ni medios para su rodaje, de forma que tuvo que tirar de mucho talento y actores no profesionales para el rodaje. Y ello no impidió que hiciera una película que marcara su tiempo.
Clásico intemporal.
