Película de 2002 dirigida por Kurt Wimmer. En un futuro cercano la humanidad está sometida a un régimen totalitario en el que se prohíben todo tipo de emociones y sentimientos. Se quiere asegurar este aspecto mediante la administración obligatoria de una droga que las inhibe. Se consideran un delito grave y hay cuerpos especiales que las persiguen, siendo liderados por los llamados clérigos. Uno de ellos, el de mayor rango, empieza a cuestionarse la situación y a simpatizar con la resistencia.
Wimmer copia en buena medida la estética y el estilo de acción de la estupenda y exitosa Matrix de sólo tres años antes pero no consigue ni acercarse. En primer lugar y a pesar de buscar una trama que tenga calado, la historia no tiene el magnetismo ni la credibilidad necesaria, sólo goza de una buena idea pero que se desarrolla con poca habilidad y criterio. En cuanto el estilo y estética, está cuidada pero no con ese nivel de detalle y perfección que cautiva al espectador. El resultado es una cinta que empieza muy lenta pero que coge luego ritmo pero a la que le falla, y mucho, la consistencia de lo que cuenta y un mínimo de realismo. Tiene un buen reparto encabezado por Christian Bale, Sean Bean, Emily Watson y otros.
Fallida.
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