viernes, 3 de abril de 2015

Las sandalias del pescador


Película de 1968 dirigida por Michael Anderson. Un prisionero de un campo de trabajos forzados en Siberia es liberado para su sorpresa por el presidente de la URSS. Se trata de un miembro del clero católico que siempre se ha mantenido firme en sus creencias y se piensa que puede convertirse en un buen vínculo de comunicación entre ambos bandos durante la Guerra Fría. Vuelve al Vaticano donde el Papa le nombra arzobispo, pero enseguida el sumo pontífice cae gravemente enfermo.
Adaptación de la novela homónima de Morris West en la que se elige por primera vez a un Papa de origen eslavo (unos años antes de la elección real de Juan Pablo II) en el marco de la Guerra Fría. Además, el Papa tiene que mediar entre China y la URSS, estando involucrados otros países como los EE.UU. Esta trama es muy interesante para el espectador pero hay un par de historias cruzadas que no lo son y que hacen que la cinta se vaya hasta casi las tres horas de duración sin que apenas aporten nada. Además, este error provoca que tampoco se dedique el tiempo necesario para desarrollar adecuadamente la trama principal, por lo que el resultado es fallido. Y es una pena por la calidad que tiene en muchos aspectos, como las interpretaciones, la dirección artística, la banda sonora, etc. En el primer aspecto sobresale el trabajo de Anthony Quinn, muy sobrio y templado, al que acompañan actores de la talla Laurence Olivier y Vittorio De Sica. Anderson dirige bien pero habría sido mucho mejor que hubiera simplificado la trama o, más bien, centrado en la principal. Algunas escenas destacan por su complejidad por el número de personas que intervienen o los cuidados escenarios y vestuarios que requieren, además de sus localizaciones.
Interesante, bien hecha pero demasiado e innecesariamente larga.

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