Película de John Sturges dirigida por 1959. Un par de
vaqueros atacan a una india y su hijo pero éste escapa con uno de los caballos
de los pistoleros hasta el pueblo donde su padre es el sheriff. Acude en su
ayuda pero ya es tarde y sólo encuentra el cadáver de la mujer.
Está decidido a encontrar a los culpables gracias a dos importantes
pistas: la peculiar silla del caballo y la herida en la cara que le hizo su
esposa a uno de ellos. Sabe quién es el propietario de la silla, un poderoso
ranchero, y se la lleva para que identifique a los culpables, pero no sospecha
que se trata de su propio hijo y que hará lo posible para protegerlo.
Magnífico western que derrocha calidad por su historia,
dirección e interpretación. Tiene un
buen guión de James Poe con unos espléndidos personajes de gran carácter y que
desarrolla hábilmente una sencilla trama de venganza pero dentro de la ley. El
peso de la cinta recae sobre el gran Kirk Douglas que aprovecha la oportunidad
para hacer un excelente trabajo y elevar la calidad de la película a un alto
nivel. Le da la réplica otro actor de
altura con el que ya había realizado alguna memorable colaboración tres años
antes, Anthony Quinn, quien también está a esa altura. El director sabe darle
el tiempo y tensión necesaria para que el espectador quede enganchado a la
acción hasta el minuto final completando una película apasionante.
Gran película del oeste.
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