Cuando en Hollywood estaban en pleno debate sobre el valor del cine sonoro, Lang hizo esta joya en el que demostraba lo que se podía hacer con el sonido. Una de las cosas que hizo fue enseñar que el sonido no sólo era para los diálogos, sino también para melodías, silbidos, gritos o, especialmente, resaltar el silencio. Fue una película pionera y aún hoy sorprende su modernidad. Lang demuestra su maestría con las sutilezas y el arte de sugerir, con la creación de un suspense desde el primer minuto transmitiendo una gran angustia al espectador y un monólogo final que congela la sangre. A ello contribuye genialmente la interpretación de Peter Lorre, realmente escalofriante. El retrato de Lang y Lorre del psicópata marcó una escuela que sigue vigente 70 años después.
Imprescindible.
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