Película de 1984 dirigida por Barry Levinson. Un joven sueña desde niño con ser el mejor jugador de béisbol de la historia. Y por fin encuentra la oportunidad tras una excelente temporada en un equipo semiprofesional que le abre las puertas de la liga nacional para jugar entre los grandes profesionales de este deporte. En el tren coincide con el mejor bateador del momento y el encuentro acaba en desafío. Esto hace que todos se fijen en él, pero las cosas no salen como había planeado.
Levinson lleva a la gran pantalla la adaptación de la novela homónima de Bernard Malamud, primera que publicó este exitoso escritor, y que cuenta una historia sobre béisbol en los años treinta y cuarenta. La trama es interesante y no tan predecible como puede parecer. Está bien desarrollada, con personajes atractivos aunque podían haberse definido mejor algunos de ellos. No obstante, en general funciona bien salvo en ocasiones el ritmo donde Levinson lo baja excesivamente y la hace muy lenta, sobrando minutos innecesarios. El reparto encaja adecuadamente en los distintos roles, con el protagonismo absoluto e indiscutible del gran Robert Redford, pero también con actores de la talla de Robert Duvall y Glenn Close acompañándole. Hay pequeñas apariciones de Barbara Hershey, Michael Madsen y de una joven Kim Basinger que suele parecer una estatua de cera.
Bonita pero algo lenta y larga.
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