Peckinpah es conocido por su escasa sutileza y en ser pionero en mostrar la violencia del ser humano en toda su crudeza. Aquí hace un trabajo brillante creando desde la primera toma una atmósfera que va envolviendo al recién llegado y pacífico americano hasta que explota. Se vale de una inquietante historia y, sobre todo, de un soberbio trabajo de montaje que incrementa exponencialmente la tensión en el espectador. Domina los movimientos de cámara, transmitiendo aún más brusquedad y rudeza a las escenas. Los actores están magníficos, especialmente Dustin Hoffman, quien sabe transmitir a la perfección cómo sus nervios van agotándose y cómo se siente en cada momento. A Hoffman lo acompañan un buen grupo de actores. También hay que destacar la banda sonora que acompaña espléndidamente a la acción y una gran ambientación (inmejorable la localización). El único pero que encuentro es el poco creíble entorno que se encuentran: un pequeño pueblo lleno de holgazanes, tarados, pervertidos y borrachos.
Todo un clásico que hay que ver salvo que se quiera evitar escenas explícitas y contenidos de violencia
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