Wilder vuelve a hacer un doble papel, como guionista (junto a Harry Kurnitz) y como director, bordando ambas tareas. El guión es perfecto, definiendo a unos soberbios personajes, presentando la trama, creando el nudo y posterior desenlace, con unos diálogos inolvidables y con escenas realmente memorables. Sabe dónde colocar mejor la cámara, cómo hacer los movimientos o dejarla quieta para transmitir mejor lo que sucede, explota a los actores, etc. Precisamente las interpretaciones son otro de los pilares de la obra. El mejor sin duda es Charles Laughton, con su impresionante encarnación del sarcástico, cínico pero genial abogado defensor. Desde su aparición engancha al espectador con sus gestos y su genio (en todos los sentidos). Los otros dos protagonistas también están espléndidos, Tyronne Power y Marlene Dietrich, y cuenta con varios secundarios de lujo, empezando por la fantástica Elsa Lanchester (la paciente enfermera que nos hará reír por las peleas que mantiene con el abogado), Una O'Connor (el ama de llaves cascarrabias), Torin Thatcher, John Williams, etc. Cuenta con una extraordinaria fotografía en blanco y negro de la mano de Russell Harlan.
Una película que hay que ver para disfrutar del mejor cine y que nos hará pasar dos estupendas horas.
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