Película de 1950 dirigida por Michael Curtiz. Un joven regresa a su ciudad natal, de donde fue expulsado por el magnate local, con motivo del cobro de la herencia de su tío. Todo el mundo se sorprende de verlo allí, especialmente el poderoso que lo echó que volverá a intentarlo. Pero el joven está dispuesto a quedarse y a triunfar para vengar a su padre y a él mismo.
Buen drama, con una historia interesante y con fuerza, aunque no por ello original. Salvo ciertos detalles, es previsible al tratarse de una típica trama de venganza, ambición y amores no correspondidos, con diferencia de clases incluida. Curtiz cuida la realización con detalle y le aporta una gran elegancia a cada escena, pues hasta las tomas de cierta violencia no transmiten la tensión normal o son desagradables para nadie. El guión de Ranald MacDougall, basado en la novel de Foster Fitzsimmons, está bien estructurado, desarrollado y con personajes definidos y que despiertan el interés del espectador. Tiene un reparto sobresaliente, encabezándolo Gary Cooper, que aunque no está en su mejor papel mantiene su magnetismo y encanto habituales. Le acompañan Lauren Bacall, Donald Crisp y Patricia Neal, posiblemente quien más destaque en su interpretación dando vida a la fría y calculadora hija del antiguo magnate. Por último, señalar la estupenda fotografía de Karl Freund.
Buen drama, bastante interesante
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