Tan sólo un año después de la magnífica El joven Lincoln de John Ford y protagonizada por Henry Fonda, Cromwell decidió volver a llevar a la gran pantalla a este histórico presidente utilizando como base la novela ganadora del Pulitzer del reconocido Robert E. Sherwood. Por lo tanto, el guión de Grover Jones parte de unos mimbres garantizados y cuyo resultado final es digno de la novela. Como es lógico, todo gira alrededor de Lincoln y los demás personajes pasan directamente a terceros planos. Y la película funciona porque, además del sólido guión, el actor que lleva todo el peso de la historia lo borda: Raymond Massey. Hizo un extraordinario trabajo y no se llevó el Oscar de aquel año porque, posiblemente, fue el más competido de la historia: James Stewart por Historias de Philadelphia (ganador), Charles Chaplin por El gran dictador, Henry Fonda por Las uvas de la ira y Laurence Olivier por Rebeca. Massey triunfó previamente en este papel en el teatro, donde lo representó varias centenares de veces, lo que seguro que le sirvió para transmitir la serenidad y humanidad por la que Lincoln fue tan admirado. Se da una visión bastante romántica de los pioneros americanos y de la vida que llevaban en esta zona los habitantes. Mantiene un buen ritmo durante todo el metraje y está salpicado de bastantes notas de humor que la hacen más amena.
Buena película sobre un personaje clave en la Historia.
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