Película de 1993 dirigida por Jane Campion. Una viuda concierta un matrimonio con un hombre que no conoce en la otra parte del mundo, Nueva Zelanda. Allí va con su hija pequeña y su posesión más querida, un piano. Pero debido a la falta de comunicaciones del destino, éste se queda en la playa a pesar de la insistencia de la señora. Finalmente, un vecino decide comprarlo para así tener la atención de la mujer.
Producción neozelandesa escrita y dirigida por Campion que consiguió mucho éxito de crítica y público. Uno de los aspectos más destacados y más recordados es la magnífica banda sonora de Michael Nyman que es casi un personaje más en la trama. El otro pilar clave son las excelentes interpretaciones del reparto, empezando por Holly Hunter y la pequeña Anna Paquin y terminando por la pareja masculina formada por Harvey Keitel y Sam Neill. Todos hacen un trabajo de gran nivel, pero son las féminas las que más impresionan. Campion rueda con mimo y cuida mucho la estética, pero la historia contiene bastantes lagunas que hacen que el espectador no llegue a comprender ciertos comportamientos, sentimientos o reacciones. Es el punto más débil de una película bellamente realizada pero que hace que no sea espléndida en conjunto. Se trata de una historia de amor que surge desde la pasión física, pero que la rodean aspectos que carecen de sentido.
Bonita y bien hecha pero inconsistente en su desarrollo.
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