Película de 1965 dirigida por Henry Hathaway. Al morir la querida anciana Katie Elder en su pequeño pueblo de Texas sus cuatro hijos vuelven a reunirse para el entierro. Para su sorpresa su madre ya no vivía en el estupendo rancho que tenía sino en una pequeña casa de las afueras. Pronto descubren que, supuestamente, su padre perdió sus propiedades en una partida de cartas con un hombre que está apoderándose de todo el pueblo y, peor aún, que le mataron de un tiro por la espalda. Sus sospechas se acentúan cuando ven que el acaudalado hombre ha contratado un pistolero ante su llegada.
Western dirigido por el especialista Hathaway que desde el inicio nos deleita con una bonita banda sonora del gran Elmer Bernstein y que recuerda mucho a la que compuso unos años antes para Los siete magníficos, una de las mejores partituras de la historia del cine. Incluso el argumento tiene similitudes con esa mítica cinta pues se trata de un hombre despiadado que se ha hecho con el poder y sometido al pueblo, teniendo que venir un grupo de pistoleros a cambiar la injusta situación. La historia está escrita por Talbot Jennings convirtiéndose en su última película, y combina muy acertadamente la clásica acción del género con una dosis de suspense. Sólo en el último cuarto flaquea su solidez con algún giro poco apropiado. Hathaway muestra su talento con una espléndida puesta en escena, elegante y eficaz en todo momento. Hay planos y escenas muy conseguidas y bonitas a las que contribuye la bella fotografía de Lucien Ballard , y marca un ritmo de menos a más también muy adecuado. Cuenta con el mítico John Wayne al que le acompañan otros actores de primer nivel como Dean Martin, George Kennedy y un jovencito Dennis Hopper.
Buen western
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