Wyler es un maestro perfeccionista como pocos ha habido en este arte. Sus realizaciones están cuidadas al milímetro, y cada plano está estudiado y trabajado para que sea perfecto. En esta ocasión cuenta con unas extraordinarias dirección artística, fotografía, guión, vestuario, banda sonora,.... Pero llama la atención la belleza visual que desprende. Me encanta cómo sitúa la cámara en cada plano, cómo mueve la cámara o cambia de plano, la composición de cada fotograma (lo que elige que entre o no en el plano), la profundidad de campo, etc. Una auténtica maravilla y una lección para cualquiera que se dedique a esto. Luego obtiene de los actores unas grandes interpretaciones. Aquí brilla espectacularmente Olivia de Havilland, quien ofrece un amplio registro de sentimientos y que los expresa divinamente con sus ojos y cara: inocencia, bondad, amor, dolor, desengaño, frialdad... Obtuvo un Oscar muy merecido. Los secundarios también realizan buenos trabajos, como Ralph Richardson y Miriam Hopkins. El más limitado es Montgomery Clift, pero que no desluce el resultado final.
Extraordinaria película en todos los aspectos. De obligada visión.
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