Lo que hace grande a la película es su extraordinario guión, firmado por los jóvenes Ben Affleck y Matt Damon, que desarrolla estupendamente los personajes dotándolos de gran profundidad y matices, y que contiene escenas con diálogos maravillosos, tanto que nos engancha a pesar de poder imaginar lo que va a suceder en la historia que nos cuentan. Consiguen que nos riamos, que nos conmovamos y hasta que lloremos con todos los sentimientos que nos transmiten. Realmente emotiva. Inolvidables los encuentros de Damon con Robin Williams, ambos con soberbias actuaciones. También destacan las interpretaciones de los hermanos Affleck. El director, Gus Van Sant (que años después nos regaló otra historia con ciertas similitudes en Descubriendo a Forrester), ha sabido captar perfectamente la sensibilidad de la obra que tenía entre manos y dotándola de un ritmo narrativo y una perspectiva muy adecuados para no caer en una sensiblería excesiva o en una frialdad que no transmitiese nada.
En resumen, una gran historia muy bien contada donde todo gira alrededor de las complejidades humanas y, en especial, de las relaciones personales.
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