Ford retrató con un bello homenaje a los pueblos mineros con este soberbio drama que muestra cómo vivían las familias en esos valles. Nos enseña las penurias y dureza que suponía esta vida, pero también los valores familiares, la dignidad y sentido de comunidad que había en ellos. Todo es destacable en la película: el excelente guión de Philip Dunne (basado en la novela de Richard Llewellyn), la preciosa y expresiva fotografía de Arthur Miller, la estupenda banda sonora de Alfred Newman, la perfecta dirección artística, el inmejorable reparto, etc. Uno de los grandes aciertos fue la elección del niño protagonista, Roddy McDowall, pues hace un interpretación a la vez tierna y decidida que hizo que su personaje se convirtiera en inolvidable. Los adultos están todos realmente extraordinarios: Walter Pidgeon, Maureen O´Hara, Donald Crisp, Anna Lee, etc. Y lo más importante no es que el nivel técnico o la calidad en general sea enorme, sino que se consigue porque es capaz de transmitir una cantidad de sentimientos impresionante, hace que el espectador se emocione con los planos del pueblo a la sombra de la torre minera, o de los silbatos que anuncian un accidente, o de las canciones de los galeses, o de la mirada del niño...
Imprescindible
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