Película de 1999 dirigida por Alan Parker. Un hombre nos cuenta su niñez que se desarrolló en una pobreza límite y durante la que sufrió varias dolorosas tragedias. Aunque al igual que varios de sus hermanos nació en EE.UU., su familia se trasladó a su Irlanda natal buscando mejor suerte. Pero no la encontraron debido a la situación del país, la procedencia de su padre del Norte de Irlanda y su empedernido amor por la bebida. Así que al poco tiempo empezó a soñar con el regreso a América, por lo que empezó a trabajar y para poder ahorrar lo suficiente para dar el salto.
Parker lleva a la gran pantalla uno de los mayores éxitos literarios del momento, la estupenda novela homónima de Frank McCourt, en la que narra su dramática infancia en la que destacan las situaciones cómicas que se producen muchas veces por el puritanismo ridículo de la época y lugar (este aspecto es el que ayuda digerir el drama que cuenta). Parece que casi todo le salía mal o que la suerte no le acompañaba, pero algunos pequeños giros del destino le hicieron soñar con un futuro mejor. El guión del propio Parker con Laura Jones tiene la difícil tarea de sintetizar el libro, pero no logra trasladar todo el alma que aquél tiene. Se reduce la carga emocional que posee con la sensación de no haber aprovechado el tiempo en pantalla para quedarse con lo mejor, aunque la calidad de la historia es suficiente para atrapar al espectador. La ambientación es buena en todos los aspectos, así como las interpretaciones (si bien, los actores no aprovecharon la oportunidad para hacer uno de esos papeles memorables). Alterna algunos actores conocidos como Emily Watson y Robert Carlyle (que pierde el pulso con su compañera) con otros rostros nuevos. El resultado es una buena película que podía haber sido mucho más, pues tenía material para ello.
Entrañable pero dura historia real personal.
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