Yates sorprendió con esta aventura policial y, sobre todo, por una de las escenas de persecuciones en coche más famosa de la historia. El ritmo no es muy elevado pero sí muy constante y, sobre todo, lo que se transmite es realismo gracias a la sobriedad con que se rueda. La citada escena es extraordinaria, más de 10 minutos de persecución vibrante y real. Empieza lentamente y con música, luego aceleran los motores y se hace el silencio para que podamos oír el rugir de los dos coches. Los movimientos de volante son exactos, no vemos balancearlo de manera absurda y siempre coinciden con los giros del coche. Yates va intercambiando planos generales con otros particulares de cada vehículo y primeros planos de los conductores (gran montaje también). Realmente espectacular. A la verosimilitud de esta escena y de toda la película contribuye enormemente un soberbio Steve McQueen, pues no hace aspavientos ni sobreactúa en ningún momento, sino que hace una interpretación muy seria y veraz. Para siempre nos quedará su imagen con el jersey de cuello vuelto, americana con coderas y al volante del Ford Mustang GT 390 fastback de 1968.
Intensa cinta policíaca.
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