Película de dirigida por Roger Corman en 1962. Al desenterrar a un antepasado, un señor inglés descubre que éste fue enterrado vivo. Esto le trae el recuerdo de que a su padre le ocurrió igual debido a que padecía de catalepsia. Piensa que él puede haber heredado dicha enfermedad que hace que parezca que el enfermo ha muerto durante los ataques que sufre. Esta espantosa idea le va atormentando hasta que termina por obsesionarse hasta el punto de vivir completamente dedicado a evitar que esto suceda. Sin embargo su mujer luchará para que su marido pueda vivir felizmente con ella.
Corman pretende sumergirse en el terreno del terror con esta cinta adaptando la novela de Edgar Allan Poe, pero se queda en el suspense puesto que no llega a transmitir ningún de tipo de miedo. Aunque la trama es a priori interesante y hasta terrorífica, se desarrolla de una manera algo superficial y hasta romántica, salvo los minutos finales donde sí que se concentra la acción y la intriga. La pena es que esta intriga no la trabaja demasiado en su desarrollo y en el desenlace se precipita, por lo que no aprovecha su potencial. El resultado es que no llega a alcanzar la atmósfera de tensión y agobio necesaria para asustar a nadie. Tiene cierto encanto por el estilo y la elegancia, pero no pasa de ahí y puede parecer incluso algo infantil a veces. Las interpretaciones no llegan a ser muy creíbles, a pesar de contar con actores de la talla de Ray Milland y Richard Ney. La fotografía de Floyd Crosby es espléndida y también cuenta con una buena dirección artística.
Elegante pero algo fallida.
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