miércoles, 18 de abril de 2012

Siempre hay un mañana


Película de 1956 dirigida por Douglas Sirk. Un empresario juguetero empieza a sentirse cansado de no poder disfrutar de actividades con su mujer debido a la atención que requieren sus hijos, y ello a pesar de ser adolescentes. Coincide con una antigua amiga y empieza a sentirse tentado de volver con ella para salir de la rutina en que se siente preso.
Buena película que plantea el posible problema de la rutina en los matrimonios y la escasa vida de pareja cuando hay niños. Lo hace con sensibilidad y humanidad, nada de frivolidad ni pasiones alocadas. Parte de un buen guión de Schoenfeld con estupendos diálogos y personajes que parecen cercanos, pero es Sirk el que consigue darle calidez y realismo. Además usa hábilmente los matices, elipsis, comparativos,...sacándole todo el potencial a la historia y las relaciones que retrata. Es un placer ver cómo se miran, se mueven, se tocan o evitan, se posiciona la cámara, etc., gracias al extraordinario trabajo de dirección y de interpretación. Y es un lujo disfrutar de la mítica pareja de la obra maestra Perdición, unos fantásticos Fred MacMurray y Barbara Stanwyck, dando otro recital de actuación. Están bien acompañados por actores como Joan Bennett, pero cualquiera quedaría ensombrecido ante tales gigantes.
Espléndida.

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