lunes, 21 de junio de 2010

Matar a un ruiseñor

Obra maestra de 1962 dirigida por Robert Mulligan y que sin duda es la cumbre de su carrera cinematográfica. La película es absolutamente brillante en todos los aspectos. Tiene una excepcional fotografía en blanco y negro, una trama denuncia pero con ciertas dosis de intriga, un guión extraordinario y que da cabida a entrañables situaciones (cómicas, dramáticas, etc.), y unas interpretaciones inolvidables. Destaca Gregory Peck que hace de padre y abogado de una manera creíble, dura y sensible a la vez. Sin caer nunca en sensiblerías innecesarias tanto en la parte familiar e infantil, como en la situación que sufrían las personas de color. Los tres niños están estupendos, el juez, el acusado y acusadores, y Robert Duvall encarnando el misterioso vecino. Está basada en la novela homónima de Harper Lee que le valió el Pulitzer sólo un par de años antes. Es una historia denuncia vista desde los ojos infantiles de un hijo de un abogado que no se resigna a seguir los valores tradicionales de la América rural en cuanto al racismo se refiere. Ello hace que no se centre sólo en ese tema y recoja "otro tipo de aventuras" y situaciones, haciéndola más entrañable.
Inolvidable. Atticus Finch siempre estará con nosotros.

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