sábado, 4 de febrero de 2012

Al final de la escalera


Clásico del cine de terror de 1980 dirigido por Peter Medak. Un pianista pierde a su mujer e hija en un accidente de tráfico y, con el fin de intentar rehacer su vida, se traslada a Seattle. Alquila una casa a la sociedad histórica para estar algo aislado y poder componer música sin molestar. Pero empiezan a ocurrir cosas extrañas que hacen que investigue el pasado de la casa.
Producción canadiense que volvió a lanzar el tema de las casas encantadas (con algunas estupendas y hasta mejores antecesoras como La mansión encantada de Robert Wise), aunque las que se hicieron con posterioridad están muy lejos de ésta. Medak construye una buena historia de terror gracias a un buen guión, unos buenos actores y la magnífica atmósfera de tensión que consigue recrear. Trabaja mucho con la casa para que sea otro personaje más, lo que consigue en buena medida acompañando las escenas claves con una adecuada banda sonora. El protagonista sufre una tragedia que hace que podamos dudar de lo que le ocurre y siente, y luego va desgrando una trama que se mueve entre el suspense y el terror. Sólo le falla un poco el final, que no está a la altura de la trama que ha ido desarrollando. Casi todo el peso interpretativo recae sobre George C. Scott, espléndido en su papel, y acompañado de un gran veterano como Melvyn Douglas.
Buena cinta de terror.

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